Un primero de junio de 1990 descubrí, uno de los deportes más
hermosos del mundo, El Fútbol, esa tarde jugaban Argentina y Yugoslavia por los
Cuartos de Final de la Copa Mundial realizada en Italia.
Sólo tenia 9 años y a pesar que recuerdo algunos fragmentos
de juegos mas antiguos de algunos deportes diversos, puedo decir que ese fue mi
primer gran día como aficionado de esta disciplina, y sobre todo, como amante
del Deporte Rey.
En Venezuela mi país natal, poco se practicaba este deporte,
ya que el principal por esas latitudes es el Béisbol, podríamos decir, que
gracias a la influencia de los países del caribe y de Norte América
principalmente los Estados Unidos.
Ese juego representó para mi el comienzo de una gran
historia, mi historia como aficionado no sólo del fútbol en general, sino también,
como aficionado de la Selección Argentina, me sorprendió como aquel equipo a
punta de garra, entrega y algunos destellos de buen juego, principalmente
mostrado por Diego Armando Maradona, sacó
adelante el partido y pudo aguantar un resultado para luego ver, cómo, Segio Goycochea se convertía en ídolo, no sólo, de
todos los Argentinos, sino también de muchos extranjeros que lo admirábamos
desde nuestras casas y por TV.
Esa fue mi primera Copa Mundial como espectador por TV, la
cual me generó muchas alegrías, pero también me regaló mi primer trago amargo,
cuando la que sentía mi Selección, la Argentina, perdió la final, pero lo que
más me sorprendió y me marcó, fueron las lagrimas de los jugadores.
Esto me llenó de incertidumbre y de ganas de saber más y más
sobre este deporte que tantas emociones me daba en tan poco tiempo; pero
recordemos, era 1990, no existía el Internet, ni los celulares y la información
que se tenia de todo el mundo deportivo era muy poca, reconozco que mi familia
no era seguidora de ningún deporte en general y mucho menos del fútbol, lo cual,
para aquel niño que solía ser, representaba más dificultades, con todo y esto
investigué, leí, e intenté, conseguir por la misma tv que me mostró aquel
mundial, todo lo que podía con respecto al fútbol. Como deben suponerse, para
esa fecha, poca información había a la
mano, y eso, sólo reforzaba más mi afición hacia un Diego Maradona que lo ganaba
todo con el Nápoles y a una selección, Argentina, que generaba jugadores y jugadores
de alto nivel.
Entonces me preguntaba, qué pasaba con el futbol en mi país
y con la Selección Venezolana. Y lo poco que se exhibía eran juegos horroros,
con jugadores persiguiendo a los contrarios para pedirles fotos, autógrafos, un
equipo que jugaba con indumentaria desgasta, en terrenos paupérrimos y que en cada
juego, recibía una goleada aplastante; y claro, nadie hacia nada, ni siquiera
La Federación, ni los jugadores, ni los Medios de Comunicación, las televisoras
que sólo transmitían los juegos cuando la selección jugaba contra Brasil o
contra Argentina o algunos de los contrincantes importantes del mundo.
De esta manera generaciones y generaciones de Venezolanos
crecimos siendo aficionados de otras selecciones, Brasil, Italia, España,
Argentina y algunas más; y pregunto, ¿es eso un pecado?
Gracias al trabajo de muchos, eso cambio, todo aquello que cuento y que
muchos lo vivieron, ya es sólo un recuerdo, el país está entregado al apoyo por
nuestra selección, el pueblo se prepara para los juegos de Nuestra Vinotinto
como lo que es, uno de los eventos más importante del Deporte Venezolano, pero
gracias a eso, se nos presenta a nosotros, los que para cuando este hermoso
fanatismo por la divisa Vinotinto comenzó, ya éramos aficionados a otras
selecciones, y que estoy seguro, somos los fanáticos número uno de la Vinotinto;
un choque de sentimientos y de posturas.
Junto a este renacimiento de la Selección Venezolana se generan
diferentes puntos de vista, los cuales en su mayoría, nos pone, a los que aún
conservamos de alguna forma el sentimientos por otros equipos, como traidores o
como anti-venezolano, pero lo cierto es lo siguiente, nos juzgan, nos señalan,
nos excluyen, sólo porque no entienden, que antes de que este movimiento
existiera, ya éramos fanáticos del fútbol, del deporte en sí, razón por la
cual, nos apegamos, a unos colores que no son los nuestros, pero eso no quiere
decir que no queramos a nuestra Vinotinto, que hoy en día demuestra, que si se
puede, y que si tiramos todos para el mismo lado lograremos nuestras metas.
Pero qué hacemos con el cariño que durante años se
desarrolló viendo jugar a otros, qué hacemos con las victorias que sentimos
nuestras, qué hacemos con las derrotas que también nos dolieron; hoy les digo,
cada vez que veo a nuestra Vinotinto en el podio de las eliminatorias, brotan
mis lágrimas, cada vez que escucho las notas del Himno Nacional, me hace
levantar de donde esté, para estar parado como los jugadores, cuando recuerdo
las imágenes por TV de nuestra Selección en el Mundial Sub-20 me enorgullece
más y más, pero sería un traidor si ahora olvidara los colores que me llevaron
a enamorarme del fútbol, los colores que en aquel mundial del 90 con solo 9
años me llenaron de emociones y de tristezas, y es por eso, por lo que
orgullosamente y con mi frente bien en alto, puedo decir que soy fanático de mi
Vinotinto; pero también soy aficionado de la Selección Argentina, y que sin ningún
remordimiento, visto las dos camisetas, y que con pasión me siento a ver los
juegos de mis dos Selecciones ¿Por qué? Porque soy un aficionado
multicolor.
Eduardo Alonso Castro
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